domingo, 25 de enero de 2009


Una mentirita piadosa

Las mentiras las hay hasta de colores, las hay crueles y piadosas. Las que son para no herir, y las que duelen. Pero la verdad es la verdad. No es fácil llevar a cuestas la mentira. Por eso la gente se inventó la “piadosa”. Casi hasta es transformada en virgen. Esta mentira piadosa ha sido la excusa más utilizada para todo aquello que nos cuesta decir, lo que no enfrentamos por miedo a lo que pasará. “Total, para qué decirlo, hago más daño si lo digo”. Y entre una piadosa y una petición a la milagrosa para que no la descubran, desfilan unas y otras mentiritas. Hace falta una buena dosis de valentía combinada con dos cucharadas de palabras adecuadas, para no herir. Y eso, ahora, casi nadie lo tiene. La falsedad corre entre “qué bien te ves hoy” o la típica “estaba a punto de llamarte”. Se ha hecho costumbre la piadosa. En la taquilla de pago te preguntan “¿tiene sencillo?” sólo por no buscar en el bolso, y de inmediato con una piadosa, sales del paso, y dices “no tengo”. Y de una piadosa a otra, nos vamos graduando en expertos en el arte mentir. Cada vez que no somos absolutamente honestos en todos los aspectos de nuestra vida nos mentimos y, al mentirnos, colocamos una barrera que nos aleja de nuestro poder. Las personas mentirosas son débiles, inestables, temerosas, saben que van a caer en algún momento. Quienes van desarrollando sinceridad, son felices, nada esconden, son más seguras y estables. Te aconsejo que practiques esto. Escúchate y agarra las mentiras que constantemente dices. Date cuenta cuándo mientes y porqué. Luego detente antes de mentir y cámbialo por la verdad. En la medida que realices este poderoso ejercicio, tu seguridad irá creciendo. Las virtudes son la base de una vida plena.

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